Carta

Querida hermanita;

En cuanto a lo que me dices te hable de las Carmelitas y…, lo haré para otra carta, pues veo que primero está que te resuelvas a ser de Dios. Después te dirá dónde le debes servir. En todas partes puedes ser santa, con tal que observes perfectamente la Regla. Me dices que quieres ser la casita de Dios. Me alegro mucho por ello, pues veo por eso que lo quieres.

Sor Isabel de la Trinidad decía: “Dios es el cielo y Dios está en mi alma”. Luego tenemos el cielo en nuestra alma. Ahora bien, ¿qué se hace en el cielo? Amar, contemplar a Dios y glorificarle. He aquí lo que trataremos de hacer: amarlo antes que a nadie.

El que ama siempre piensa en el amado. Nosotras pensemos constantemente en El; pero ya que es esto imposible, al menos pensemos muy a menudo en El Contemplémosle allí, en el fondo de nuestra alma, unido a nosotras.

Contemplémosle orando a su eterno Padre por las almas y por los pecadores, y unámonos a esa divina oración. Contemplémosle trabajando a nuestro lado.

El Espíritu Santo sea en el alma de mi Elena.

Tu cartita me ha revelado tu alma y me ha venido a confirmar en el concepto que de ti me había formado…

Demos gracias a Dios por haber juntado nuestras almas con el lazo de la verdadera amistad aquella que comprende que la verdadera amistad consiste en perfeccionarse mutuamente y en acercarse más a Dios.